Meditando sobre el mundo de fantasía que me rodeaba de pequeña, aquel en el que solo estaba yo y aquellas princesas con preciosos vestidos brillantes y de vaporosas faldas de vuelo, que con sus maravillosas voces cantarinas atraían a lo más preciado, un príncipe, y con él, el amor duradero, hoy lo veo de manera muy distinta y el sueño se ha complicado. La princesa ha pasado a ser una mujer independiente, con poder económico, víctima de su tarjeta de crédito; y ha sustituido el precioso vestido por un amplio armario donde hay una prenda para cada ocasión y, como no, es de marca.
¿Y qué hay del príncipe?, pues si tengo que decir algo es que la búsqueda de este se mantiene, aunque claro está ha pasado de ser solo una breve aparición de la historia, con un beso a la trama por la que gira toda la película.
Pero a este personaje le sigue una gran lista de virtudes que nunca llegan y el beso lo ha sustituido, cómo no, el sexo, y si esto falla, comedero de cabeza hasta la saciedad. Y decidimos que no es un príncipe; sólo era un sapo, y otra vez la búsqueda continúa.
Pero, ¿y si no encontramos príncipes y ya estamos cansadas de besar sapos, seremos desgraciadas de por vida?
Después de esta reflexión yo me pregunto, dónde queda el romanticismo que tanto he admirado como una boba con la boca abierta en la butaca de un cine. ¿Es que no hay nada verídico en esas princesas, no hay nada que se parezca en la realidad?
Pues no. En este mismo instante, sí puedo decir que he tenido algo en común con las princesas de mi infancia:
-En noviembre me sentí un poco Jane, conociendo al hombre mono, he de decir que era una aventura muy emocionante
-En diciembre, me envolvían las mil y una noches, y yo era Jasmin; todo eran escapadas en la noche volando a un desván; encuentros que terminaban con besos furtivos.
-En enero, me encontraba detrás de un árbol bajo la nieve, cantando que no era el que yo soñaba pero había algo nuevo en él; y mi nombre era Bella.
-En febrero, mi mirada Esmeralda se posaba en cierto capitán, mientras bailaba sensualmente muy pegadita a él.
-En marzo, todo eran dudas, como Megara negando que estaba enamorada.
-En abril, me sentía como Aurora, deseando que llegara la noche para encontrarme con él de nuevo, y revivir nuestro baile.
-En mayo, estaba bajo el mar y como Ariel, entregué mi don mas preciado a cambio de valor para estar con él y decirle cuánto le quería. Pero esta vez me temo que me convertiré en burbujas.
-En junio, si tengo que decir una, soy Blancanieves. Me había tragado la manzana que se me estaba pudriendo dentro y me llevaba consigo, pero nadie me despertaba de aquella pesadilla.
Y ahora en julio soy Pocahontas; lloro en silencio mientras veo como se aleja hacia otro mundo sin poder hacer nada para cambiarlo...
Pero, ¿Qué hay de los príncipes?
Pues lo cierto es que todavía no he conocido ha ninguno que esté dispuesto a luchar contra hechiceros, cazadores, brujas de tierra o de mar, dragones, madrastras o incluso obispos, para poder estar conmigo.
Soy yo la que está equivocada y pide mucho al querer que un hombre luche por estar conmigo y me demuestre que me quiere; y esta vez sí es de verdad y no solo para conquistarme.
Realmente creo que no es tanto, rana o besugo, príncipe azul o verde solo quiero que me quieras y que estés dispuesto a demostrarlo, ¿Por qué te es tan difícil entenderlo?
B.
Una vez me dijo un chico, tu lo que buscas es un principe y no lo vas a encontrar, que razon tenia... por lo menos algunos sapitos tienen su encanto...
ResponderEliminarYo creo que los príncipes no existen. Todos son sapos, hay que resignarse. Aparte, no puedes buscar un ideal; todo ideal es una utopía, y por tanto es insano. Nadie es perfecto, nosotras tampoco, así q , ¿por qué tiene q haber un hombre perfecto?
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